I Subida al Torreón

Y antetodo quiero remarcar eso de I subida, principalmente, porque de no ajustar pequeñas «lagunas» en cuanto a horarios (nos colamos a las tantonas quienes decidimos realizar la subida), corre el riesgo de ser la última, a menos para quien escribe…

El día muy bonito en todos los sentidos; el desayuno compartido, la caravana manteka dirección a Benamahoma, el reencuentro con Maysa y Javier (peña No Siento Las Piernas), muchos niños, lugares idílicos y subida a la montaña en plan Rocky IV cuando prepara su combate con el ruso, Ivan Drago para los neófitos. Quizá la autocrítica, después de compartir aspectos de la ascensión con un amigo experto en estas cuestiones y que casualmente nos encontramos en el lugar, pase por haber iniciado la misma a horas excesivamente tardías. Pero bueno, de todo se aprende. El lugar y, sobretodo, la recompensa de las vistas extraordinarias de la provincia y norte de Africa (y no exagero lo más mínimo), bien valían una misa…

La subida en sí;

muy dura, mucha piedra «irrespetuosa» y provocadora con los deportistas.

Muy larga, aunque todo lo bueno se hace esperar y sufrir.

Y muy «No Siento Las Piernas».

Una auténtica, y bendita, paliza para el cuerpo.

El pequeño rato de comida, muy jugoso (tortilla, filetes elaborados de todas las maneras posibles, bocatas vegetales, chicharrones, empanadas, etc.) y divertido, amenizado por las disputas de los niños y algunos mayores, y por el animador (coincidimos con una mega convivencia de 300.000 millones de personas con sus respectivos niños) que al ritmo del «Paquito el chocolatero», entre otros, se propuso alterar los sonidos propios de la sierra.

Lástima que tuviéramos que marchar pronto para el trabajo (Ramón, la tarde nada tranquila), y no pudiéramos disfrutar de un merecido cafelito en alguna localidad vecina. Pero bueno, así hay un pretexto más.

En fin, y a falta de lo que quieran añadir mis compañeros, una muy buena compañía en un muy buen día.