Los 42 (y pico) de Sevilla
El pasado fin de semana tocaba correr en Sevilla para afrontar la segunda participación consecutiva del MANTEKA en la maratón hispalense. Esta vez nos propusimos disfrutar del evento en familia, de forma que nos desplazamos con las niñas y asistimos a casi todos los actos que la organización, espléndida una vez más, dispuso para los corredores y acompañantes; feria del corredor, comida de hidratos, animación, regalos, etc.
Ya el día de la carrera, abajo en la pista, y a pocos minutos de la hora de salida, comienzan mis reflexiones vitales y me replanteo algunos principios, a saber;
1.- «No siempre hay que aprovechar todo lo que te den por muy gratis que sea».
2.- «¿En verdad es el perro el amigo más fiel del hombre?»
3.- «La importancia del grupo en la conformación de la identidad»
4.- «La teoría del apego»
Al enunciado, algo tosco, del primer punto, responderé con un NO contundente.
El segundo planteamiento sujeto a exámen, óbtendrá la misma respuesta ya empleada; NO
La tercera cuestión quizás exija algo más de tinta, pero no será ahora.
Y por último, la referida teoría del apego fue corroborada sin probabilidad de error esa mañana.
Traduciendo;
Para desayunar el día de la maratón, me como dos barritas «energéticas» de nombre impronunciable y dos geles primos hermanos de aquellas, que había ido atesorando a modo de muestras gratuitas a lo largo de mis participaciones en anteriores carreras. Ya en la pista y rodeado de más de 3000 personas entro en calor, vaya, que rompo a sudar al comprobar que mi amigo de Sanlúcar también ha venido a Sevilla. Sí señores, nuestro amigo «el gorila de Doñana» mostraba su manita a la vez que me sonreía. Trato de contener-lo y contener-me, pero me encuentro fuera de lugar, no reconozco como iguales a tanto hombre dando saltitos, abrazándose (ni que se hundiera el Titanic), tocando los relojitos de los cojones, ajustándose zapatillas, doblándose las piernas, etc. Pero cuando mas incómodo, sudoroso y nervioso estoy, en ese justo momento, aparece ante mis ojos mi ídolo, uno a quien sí reconozco como igual, aquel a quien iban encaminados todo mis esfuerzos infantiles y desvelos adolescentes… ¡El Hombre Araña corre en Sevilla y se pone a mi lado!.
La felicidad es completa, el gorila, acogotado ante spiderman regresa a la cueva y yo, por fin, encuentro el sentido de la vida. Lástima que éste, el sentido, se me nuble primero para perderse después, allá por el km.39 (mi amigo araña, se desvaneció mucho antes).
Tras tres horas y seis minutos de soledad compartida, solo una conclusión clara;
¡soy afortunado, soy feliz, soy un MANTEKA!
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